Como ser filósofo y no morir en el intento
La filosofía no satisface nada, la ciencia sí, satisface unas reglas. La filosofía, siempre está insatisfecha, siempre pone en duda las reglas: satisface a la insatisfacción. Por eso, la filosofía es una condena de la que el filósofo es su eterno prisionero, que sólo terminará de preguntarse “qué es”, cuando ya no pueda hacer más preguntas, cuando el silencio llene sus respuestas, cuando la pregunta, ¿qué es “que es”? ya no tenga más sentido, ni respuesta.
La filosofía es sexy (Foto Red Española de Filosofía)
El charlatán suicida que podría haber acabado con la filosofía
La filosofía podría haber nacido y muerto con Sócrates, el primer filósofo de verdad. Sócrates nunca escribió una sola línea. Se dedicaba a filosofar dialogando con sus discípulos en la plaza pública. Conocemos sus pensamientos gracias a sus discípulos como Platón, que sí escribieron. Sócrates fue acusado de impiedad (despreciar la religión pagana griega) y de corrupción de la moral de los jóvenes. Tanta era, sin embargo, su popularidad, que fue invitado a escaparse la noche antes de la pena de muerte a la que fue condenado, pero él decidió permanecer para morir y así dar ejemplo, sobre que las leyes deben respetarse aunque se usen injustamente. Bebió la cicuta y murió.
Y el coach prófugo que hizo de la filosofía la mayor tradición teórica
La filosofía existe gracias a la cobardía de un hombre excepcional: Aristóteles. No sólo fue escritor, profesor y coach de Alejandro Magno, sino que si no fuera por su afán en crear una gran biblioteca, donde almacenó los escritos de Platón, tampoco sabríamos nada de Sócrates. Aristóteles estableció una de las universidades más importantes de la antigüedad, con una biblioteca, que acabó siendo parte de la célebre biblioteca de Alejandría, fundada nada menos que por su alumno Alejandro. Aristóteles, escribió sobre todos los temas, que hoy en día son ciencia, como lógica-matemática, física, biología, óptica, medicina y sobre otros tópicos filosóficos como metafísica y psicología, pero también sobre ética, política o retorica. Aristóteles también fue acusado como Sócartes. Pero ante una posible condena injusta decidió huir. La influencia del saber enciclopédico de Aristóteles en toda la tradición occidental, tanto científica como filosófica, hasta el siglo XIX es enorme. Fue la obra más copiada en la antigüedad y en la época medieval, la más comentada e interpretada de todos los tiempos. Frente a la valentía y la bondad de Sócrates, que hubieran llevado la filosofía a su extinción, debemos a la cobardía y a la inteligencia de Aristóteles y en alguna medida a un político, Alejandro Magno, el hecho que la filosofía occidental haya podido existir.
Del diálogo del teatro al de la teoría: la dialéctica
La filosofía es un primer término un género literario, forma parte del ensayo, que tiene pretensión de verdad en vez de ficción. Se trata de una narración de conceptos, que intentan reflexionar sobre aspectos de la realidad. Una forma literaria muy utilizada en los orígenes eran los diálogos. Sócrates lo hizo sólo oralmente y Platón y Aristóteles lo hicieron también por escrito. Los diálogos eran propios del género literario del teatro, muy popular en Grecia. Teatro y teoría tienen las misma raíz etimológica en griego clásico. Las discusiones teóricas fueron una primera fórmula de reflexión. El dialogo dio pié a la llamada dialéctica como primer método filosófico: la argumentación que sopesa las posibilidades opuestas, antes de tomar una decisión o llegar a una conclusión: tesis, antítesis y síntesis. La dialéctica fue evolucionando hasta su formulación más sofisticada en Hegel.
El lenguaje sirve para mentir
La materia prima de la filosofía es el lenguaje natural. El acceso a la realidad siempre está mediado por el lenguaje. Pronto entendieron los griegos, que -como dice Umberto Eco- “el lenguaje sirve para mentir”. Sin posibilidad de mentira no hay significado posible. En un lenguaje artificial como un lenguaje de programación, una mentira es un error, pero en el lenguaje cotidiano la ambigüedad es la riqueza del significado. La corriente de los sofistas en la Grecia clásica, pretendía demostrar, que se podía llegar a cualquier conclusión falsa o absurda abusando del lenguaje. Un ejemplo puede verse a través de las siguientes tesis de Gorgias: 1) Nada existe; 2) Si existiera algo, no podría ser conocido; 3) Si pudiera ser conocido, no podría ser explicado ni comunicado a los demás. Eso es lo que ocurre cuando se parte de premisas falsas.
Pero la lógica sirve para decir la verdad
Sin embargo, la filosofía no sólo se ha basado en el lenguaje natural sino también en la lógica. Aristóteles es considerado el fundador de la lógica como disciplina del razonamiento válido. La lógica establece unas reglas matemáticas por las cuales a partir de unos principios se pueden deducir unas conclusiones. También Euclides de Megara desarrolló lo que hoy conocemos como lógica proposicional. Otro Euclides, el famoso iniciador de la geometría, además de bibliotecario de Alejandría, tomó el nombre del filosofo de Megara y fue influido por la lógica de sus antecesores, quien a su vez, a través de su célebre obra Elementos, se convirtió en el modelo formal por antonomasia del razonamiento lógico. La filosofía siempre ha utilizado tanto la retórica para exponer los argumentos y como la lógica para razonar e investigar sobre ellos. Los ejemplos más rigurosos de aplicación lógica son la Etica demostrada según el orden geométrico de Spinoza, el Tractatus Logico-Pilosophicus de Wittgenstein y los Principia Mathematica de Russell y Whitehead, que se desarrollan como auténticos tratados de matemáticas.
La filosofía es un lío como la World Wide Web
A diferencia de la literatura, que es una colección de obras con baja intertextualidad (son textos que se citan poco entre sí y menos, se tienen en referencia a la hora de escribir), en filosofía, leer un libro es entrar en el hipertexto de la filosofía donde todo se interrelaciona hacia atrás. No se puede entender un libro sin conocer el corpus filosófico entero o casi, sin conocer toda la historia de la filosofía y sus interpretaciones. Toda obra se refiere, explicita o veladamente, a obras anteriores o contemporáneas. La filosofía está compuesta por interpretaciones de interpretaciones de textos, es hemenéutica. El comentario de texto es la base de la filosofía. El primer corpus filosófico fue, de hecho, la obra de Aristóteles (el llamado Corpus Aristotelicum) y todos los libros de otros teóricos, que almacenó en su biblioteca y que posteriormente hicieron parte de la Biblioteca de Alejandría, algo así como la NASA de la antigüedad. El sistema de la copia en la antigüedad y posteriormente en la Edad Media, hizo que la filosofía se dedicará a comentar y desarrollar la obra aristotélica hasta la saciedad. A partir de la revolución de la imprenta, la filosofía se hizo más rica, se podían leer más autores y cada vez era más fácil ser conocido y leído. La filosofía se hizo menos aristotélica, incluso anti-aristotelica, pero Aristóteles, para bien o para mal, seguía en el centro del debate. Escribir y leer fue enormemente más fácil y la filosofía dio un salto cualitativo. Pero la filosofía como todos los discursos, no puede mantenerse en el tiempo sin un componente institucional. Igual que las religiones tienen sus iglesias, la filosofía siempre ha tenido sus centros de saber, universidades, centros de investigación, think tanks, etc. La gran diferencia es que el corpus filosófico es abierto y dinámico. En cambio en las religiones es cerrado y estático, como por ejemplo los evangelios del Nuevo Testamento (así llamados canónicos), que se decidió que hicieran parte de la Biblia dejando otros muchos fuera. La dificultad de entender la filosofía, radica en la enorme cantidad de textos y conceptos, que se sobreentienden, en la capacidad para seguir el diálogo con el corpus. La filosofía es un hipertexto como la WWW, lleno de enlaces hacia sitios con el mayor rank.
La filosofía sale del armario
Algunos filósofos han roto con el corpus creando nuevas disciplinas. Esta es una de las actividades más interesantes de la filosofía. Antes la cosmología era un tema filosófico, ahora pertenece a la astrofísica. Todas las disciplinas científicas naturales y sociales hasta el siglo XIX nacieron de la filosofía. Newton, por ejemplo, funda la física moderna y ha pasado a la historia por describir la ley de la gravitación universal y las bases de la mecánica clásica. Sin embargo, Newton era además de matemático, filósofo, así su obra cumbre se llamaba Philosophiae naturalis principia mathematica, porqué en el fondo estaba dialogando con filósofos como Descartes, que con su racionalismo puso las bases para superar las ideas clásicas de la naturaleza provenientes de la tradición aristotélica. Otro ejemplo, no menos interesante, fue Karl Marx, quien en la Tesis XI sobre Feurbach, escribió “los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo.” Bueno no hace falta explicar la que lió desde la Primera Internacional hasta la URSS y más allá, convirtiendo a la crítica de la economía basada en la filosofía de Hegel, en un instrumento político.
Malas noticias, no se puede aprender filosofía
La filosofía no sirve para nada. La filosofía como la ciencia no sirve para nada, en el sentido que no tiene una utilidad material inmediata. Son disciplinas teóricas. Lo que si sirve para algo es la aplicación de la ciencia, o sea, la tecnología y la técnica en general, y la aplicación de la filosofía, es decir, la política y la ética, en su sentido más amplio. Kant decía que “sólo puede aprenderse a filosofar”, no se puede enseñar la filosofía, sólo a filosofar. No se puede aprender filosofía porqué no es un saber cerrado, no es una ciencia, solo se puede enseñar a pensar, a practicar el razonamiento. Hegel pensaba lo contrario, intentó convertir a la filosofía en una ciencia y en su bello fracaso, elevó la filosofía a cotas de abstracción y perfección insuperables. La tarea más importante de la filosofía es filosofar. Pensar es ser capaz de analizar los discursos para criticarlos y para crear otros nuevos. La crítica es una parte consustancial de la filosofía, es la acción política que ejerce sobre los discursos. Es la crítica textual. Ya hemos visto el momento de antítesis o de crítica al pensamiento establecido es parte de la dialéctica, del diálogo entre textos. El filosofar intenta describir, conocer la realidad. Algunas de estas áreas cognoscibles, pasan a ser estudiadas por ciencias como hemos visto. Pero el filosofar ha llegado a una extraña conclusión operativa: la realidad que vemos y palpamos todos los días, no existe.
Imposible salir de Matrix
El ser humano se nutre de narraciones, de historias. Nunca tiene un acceso directo a la realidad. Todo lo que viene de los sentidos y de la mente, sólo existe como pensamiento, como lenguaje. Unir los hechos y acontecimientos casuales en una causalidad racional, en una narración lineal, es algo intrínseco al pensamiento humano, al llamado sentido común, pero también es una trampa. El hombre no puede salir de su propio lenguaje y no puede conocer la realidad tal como es, la realidad en sí, o como llamaba Kant, el noumeno. Anteriormente Berkeley afirmó que los seres humanos no pueden conocer los objetos reales o la materia que causa sus percepciones, por tanto, concluyó que todo lo que puede conocerse de un objeto es la percepción del mismo y resulta gratuito suponer la existencia de una sustancia real que sustente las propiedades de los cuerpos. El literato Samuel Johnson, para criticar la filosofía de Berkeley, propinó una patada a una roca exclamando “así lo refuto”. Divertido. La verdad es que tanto da, por una parte chocar con una piedra siempre nos hará daño, que es lo importante, porque la roca existe para nuestra conciencia, pero lo que se pregunta y responde la filosofía es, que no la podemos conocer tal como es al margen de nuestros sentidos y nuestro lenguaje.
La realidad que no estuviera organizada por nuestra conciencia, sería un conjunto de átomos revoloteando, algo así como cuando se sintoniza una TV sin canales, lo que se llama efecto “nieve”. Vemos la realidad como una película que pasa ante nosotros o como un shooter en un videojuego, pero esa realidad en si no deja de ser una idealización. Como en Matrix, la realidad no existe, es un videojuego, una narración. ¿Y quienes son los guionistas de Matrix? Somos nosotros, la misma interacción humana, del lenguaje humano, de la comunicación entre conciencias (la intersubjetividad), la que crea esas narraciones, esos discursos comúnmente aceptados como verdades aparentemente absolutas, aunque sea durante un tiempo y no para todos. Las religiones, las creencias, las supersticiones, las ideologías, la leyendas rurales y urbanas, la manipulación de la divulgación científica, nuestra propia autobiografía, son narraciones verosímiles que dan sentido a lo que hacemos. Son discursos sustentados en datos o acontecimientos, pero con una trama, que los interrelaciona, entre las muchas posibles. Sólo la conveniencia nos hace creer en una de las posibilidades narrativas (isotopías según Greimas), porqué nos hace sentir mejor o porque nos permite tener control sobre otras personas. Lo que nos diferencia de otras especies inteligentes, es la capacidad de crear narraciones, de imaginar, de abstraer. Storytelling, siempre vendiendo la moto.
La deconstrucción de los discursos
Somos crédulos por naturaleza. Somos una especie perezosa, que le cuesta razonar. La irracionalidad y las emociones negativas luchan en nuestro interior contra la racionalidad y las emociones positivas. Cuando ganamos estamos felices y eufóricos y cuando perdemos, nos abate la ansiedad y el sufrimiento. Cada día lo vemos. Vivimos de los discursos, que nos venden seguridad. Y la gente los repite sin pensar como si se tratara de un karaoke. Nos dejamos atrapar por ellos y llegamos a pensar, que ellos constituyen nuestra propia identidad y nos sometemos con docilidad. Adoptamos y heredamos religiones e ideologías y matamos por ellas, como si eso fuera la única y auténtica realidad, la verdad absoluta. Creamos novelas con nuestras sociedades y con nuestras vidas. A menudo dramas más que comedias. La realidad se vuelve un teatro donde la verdad es apariencia, como ya observaron los griegos. La filosofía, el filosofar, sirven, en primer lugar, para desmontar las mentiras de los grandes discursos, de los meta-relatos sociales.
La filosofía deconstruye y reconstruye discursos, como enseñó y practicó Derrida. La filosofía actúa en el lenguaje, “hace cosas con palabras”, como decía Austin. Si la realidad sólo es accesible a través del lenguaje y es al mismo tiempo el mismo lenguaje como nos eneseñó Wittgenstein, no hay acción más efectiva que cambiar el órden del discurso establecido, como hizo Foucault en varios ámbitos del conocimiento y de su proyección social, como la psicología, la medicina, la criminología, la sexología, el derecho, enseñándonos que las diferencias, por ejemplo, entre lo que es patológicamente locura y lo que no lo es, están determinadas histórica y culturalmente. Los discursos sociales no son verdades eternas e inmutables, son el resultado también de una correlación de fuerzas sociales históricamente determinadas.
El discurso que más siglos nos ha costado desmontar a los filósofos, es sin lugar a dudas, el de Dios. En el concepto de Dios monoteista, se integraban diversas estrategias de dominio de las voluntades, la inmortalidad del alma con sus promesas asociadas o la teleología (la predeterminación moral del fin humano). Ningún filósofo en su sano juicio puede creer en Dios. Nietzsche después de una larga serie de teóricos, decapitó definitivamente lo divino con su “Dios ha muerto”, el hombre con su voluntad de poder podía definitivamente ganar a Dios y convertirse en un superhombre. Después de lo cual, los seres humanos racionales tuvimos que vivir con la conciencia de la finitud humana y con la responsabilidad de saber, que la existencia y nuestra salvación sólo dependen de nosotros. Y aprender que el sentido de la existencia se produce en virtud de su momento final, la muerte (Heidegger). Hay que escoger nuestras batallas perdidas, hay que elegir a nuestros compañeros de viaje, a los testigos de nuestras vidas, eso es lo que dará sentido a nuestra existencia. Todos somos huérfanos de Dios, pero el amor y la amistad nos permiten salvarnos cada día.
El oficio extremo del pensar
Fue un filósofo español, Séneca, quien desmontó el discurso aristotélico en el que se ensalzaba a la ira como una virtud para el gobernante, mediante la cual podía alcanzar sus mayores ambiciones. Séneca, en el tratado De la ira, critica a esta como una pasión, que ofusca la voluntad y que lleva a la venganza. La ira no es virtud, sino que la virtud está en controlar a la ira. Contra la ira. Este fue el primer libro de filosofía que leí (Edición de 1924, Fundació Bernat Metge, trad. de Carles Cardó). Era uno de esos libros que tenías que cortar los bordes de las páginas con un cuchillo para poder leerlos. Mi padre me lo regaló para ver si me calmaba cuando tenía doce años… Y desde entonces, la filo no ha dejado de perseguirme.
Ser filosofo es deconstruir el lenguaje, los discursos imperantes, especialmente los discursos nocivos y opresivos. Y es una actividad arriesgada, desde Sócrates, podemos sumar una larga lista de filósofos ejecutados tras una sentencia de muerte, asesinados o que acabaron suicidándose: Jesús de Nazaret, Hypatia, Séneca, Boecio, Servet, Bruno, Sidney, Condorcet, Boltzmann, Benjamin, Turing, Grelling, Gentile, Gramsci, More, Poulantzas, Deleuze, etc. Y la cosa no ha cambiado desde entonces. Lo mismo ocurre con los filósofos digitales, los filósofos-tuiteros de hoy en día, como María del Rosario Fuentes Rubio en Tamaulipas, quien con su saber desafió al poder y fue asesinada. Y no fue en vano. Contra la ira: ¡rebélate!
Posted by Rais Busom
EXTRA BONUS
“En cuanto a todos esos, comprendo bien su malestar. Les ha costado, sin duda, bastante trabajo reconocer que su historia, su economía, sus prácticas sociales, la lengua que hablan, la mitología de sus antepasados, hasta las fábulas que les contaban en su infancia, obedecen a unas reglas que no han sido dadas todas ellas a su conciencia; no desean en modo alguno que se les desposea, además y por añadidura, de ese discurso en el que quieren poder decir inmediatamente, sin distancia lo que piensas, creen o imaginan; preferirían negar que el discurso sea una práctica compleja y diferenciada, que obedece a unas reglas y a unas transformaciones analizables, antes que verse privados de esa tierna certidumbre, tan consoladora, de poder cambiar, ya que no el mundo, al menos su ‘sentido’ por el solo frescor de la palabra que no procediera de ellos mismos y permaneciera lo más cerca del origen indefinidamente ¡Tantas cosas en su lenguaje se han escapado ya!… No quieren además que se les escape lo que dicen, ese pequeño fragmento de discurso -palabra o escritura, poco importa- cuya frágil e insegura existencia debe llevar su vida más lejos y por más tiempo. No pueden soportar (y se los puede comprender un poco) oírse decir: ‘El discurso no es la vida: su tiempo no es el vuestro; en el no os reconciliareis con la muerte; puede muy bien que hayas matado a Dios bajo todo el peso de lo que habéis dicho; pero no penséis que podréis hacer, de todo lo que decís, un hombre que viva más que él”
M. FOUCAULT, La arquelogía del saber, p355.
Originally published at blog.busom.com on December 8, 2014.